sábado, 6 de enero de 2024

Segunda Parte: Diálogo de los animales preocupados en la selva por las acciones del hombre.



 SEGUNDA PARTE

Los animales decidieron que tenían que hacer algo para salvar la selva, y se pusieron de acuerdo en un plan. El plan consistía en enviar al coati como mensajero al pueblo del hombre, para que les hablara de la importancia de la selva y les pidiera que dejaran de destruirla. El coati era el más indicado para esta misión, porque conocía el idioma y la cultura del hombre, y podía pasar desapercibido entre ellos.

El coati se preparó para el viaje, y se despidió de sus amigos. Les dijo que no se preocuparan, que él haría todo lo posible por convencer al hombre de que cambiara su actitud. Los animales le desearon buena suerte, y le pidieron que volviera pronto.

El coati se dirigió al pueblo del hombre, caminando con cuidado y esquivando los obstáculos. Por el camino, vio las huellas del hombre: árboles talados, basura, fuego, ruido. El coati sintió tristeza y rabia al ver cómo el hombre maltrataba la selva, y se preguntó si tendría algún sentido hablar con él.

Al llegar al pueblo, el coati se escondió entre los arbustos, y observó a los humanos. Vio que había muchos tipos de hombres: unos eran altos, otros bajos, unos gordos, otros flacos, unos blancos, otros morenos. Vio que algunos hombres trabajaban, otros jugaban, otros descansaban, otros peleaban. Vio que algunos hombres eran buenos, otros malos, unos generosos, otros egoístas, unos felices, otros tristes. Vio que el hombre era un ser complejo y contradictorio, que a veces hacía el bien, y otras el mal.

El coati buscó al hombre más adecuado para entregarle su mensaje. Quería encontrar a un hombre que fuera sabio, bondadoso y respetuoso con la naturaleza. Después de mucho buscar, encontró a un hombre que le pareció el más apropiado. Era un hombre mayor, de barba blanca y mirada serena, que vivía en una pequeña cabaña al borde del pueblo. El hombre se dedicaba a cuidar de un huerto, donde cultivaba frutas y verduras orgánicas. El hombre también tenía un perro, que lo acompañaba y le hacía compañía.

El coati se acercó sigilosamente a la cabaña del hombre, y esperó a que saliera. Cuando el hombre salió a regar su huerto, el coati aprovechó para entrar en la cabaña, y se escondió debajo de la cama. El coati esperó a que el hombre volviera, y cuando lo hizo, le habló con voz suave y amigable.

- Coati: Hola, señor. No se asuste, por favor. Soy un coati, un animal de la selva. He venido a hablar con usted, porque tengo un mensaje muy importante que darle.

- Hombre: ¿Qué? ¿Un coati que habla? ¿Estoy soñando, o estoy loco?

- Coati: No, señor, no está soñando ni está loco. Soy un coati real, y puedo hablar gracias a un don especial que me dio la selva. La selva me envió a usted, porque usted es el único hombre que puede entenderla y ayudarla.

- Hombre: ¿La selva me envió a mí? ¿Qué quiere decir? ¿Qué quiere la selva de mí?

- Coati: La selva quiere que usted le salve la vida, señor. La selva está en peligro, porque el hombre la está destruyendo. El hombre está talando los árboles, cazando a los animales, contaminando el agua y el aire, y rompiendo el equilibrio de la naturaleza. La selva le pide que usted le diga al hombre que deje de hacer eso, que respete la selva, que la cuide y la proteja. La selva le dice que ella es su amiga, y no su enemiga. Que ella le da oxígeno, agua, medicinas, y muchos beneficios más. Que si ella muere, el hombre también morirá.

El hombre escuchó con atención al coati, y se quedó sorprendido y conmovido por sus palabras. El hombre sabía que el coati decía la verdad, porque él amaba la selva, y la conocía bien. El hombre había vivido en la selva cuando era joven, y había aprendido mucho de ella. El hombre había visto cómo la selva se había deteriorado con el paso del tiempo, y cómo el hombre había sido el responsable de ese daño. El hombre se sentía culpable y triste por lo que el hombre había hecho a la selva, y quería hacer algo para remediarlo.

- Hombre: Coati, te agradezco que hayas venido a hablarme. Has sido muy valiente y muy noble. Has hecho bien en traerme este mensaje, porque yo soy el único hombre que puede escucharte y creerte. Yo quiero ayudar a la selva, porque la selva es mi casa, y los animales son mis hermanos. Pero no sé si podré hacer algo, porque el hombre es muy poderoso y muy terco. El hombre no quiere cambiar, ni escuchar, ni aprender. El hombre solo quiere dominar, y explotar, y destruir. ¿Cómo puedo yo, un solo hombre, enfrentarme a todos los demás hombres?

- Coati: Señor, no se desanime, por favor. Usted no está solo, tiene aliados. Tiene a la selva, que le apoya y le da fuerza. Tiene a los animales, que le respetan y le agradecen. Tiene a su perro, que le quiere y le acompaña. Y tiene a otros hombres, que piensan como usted, y que también quieren salvar la selva. Usted puede encontrarlos, y unirse a ellos, y formar una voz que se haga oír. Usted puede hablar con el hombre, y enseñarle lo que sabe, y mostrarle lo que ve. Usted puede hacer que el hombre tome conciencia, y que se dé cuenta de que la selva es su amiga, y no su enemiga. Usted puede hacer que el hombre cambie, y que respete la selva, y que la cuide y la proteja. Usted puede hacer que la selva viva, y que el hombre también viva.

El hombre miró al coati, y sintió una chispa de esperanza en su corazón. El coati le había dado ánimo y confianza, y le había hecho ver que había una posibilidad de salvar la selva. El hombre decidió que iba a intentarlo, que iba a seguir el consejo del coati, y que iba a hacer todo lo que estuviera en su mano para ayudar a la selva.

- Hombre: Coati, tienes razón. No puedo rendirme, ni quedarme de brazos cruzados. Tengo que actuar, y hacer lo que pueda por la selva. Voy a buscar a otros hombres que me apoyen, y voy a hablar con el hombre que me escuche. Voy a enseñarle al hombre lo que la selva significa, y lo que la selva necesita. Voy a hacer que el hombre sepa que la selva es su amiga, y no su enemiga. Voy a hacer que el hombre sepa que si la selva muere, el hombre también morirá. Y voy a hacer que el hombre sepa que si la selva vive, el hombre también vivirá.

- Coati: Señor, me alegra mucho oír eso. Le deseo mucha suerte, y le doy las gracias. Usted es un hombre bueno, y un amigo de la selva. La selva le estará eternamente agradecida, y yo también. Ahora debo volver con mis amigos, y contarles lo que ha pasado. Espero volver a verle pronto, y saber que la selva está mejor.

- Hombre: Coati, yo también te doy las gracias, y te deseo lo mejor. Vuelve con tus amigos, y diles que no se preocupen, que la selva tiene un defensor. Espero volver a verte pronto, y saber que la selva está feliz.

El coati y el hombre se dieron un abrazo, y se despidieron con una sonrisa. El coati salió de la cabaña, y se dirigió a la selva. El hombre cogió a su perro, y se dirigió al pueblo. Ambos tenían una misión que cumplir, y una esperanza que compartir. Ambos sabían que la selva era su amiga, y no su enemiga.

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